El Evangelio de hoy podría verse como un ejemplo de lo que San Pablo está explicando en la segunda lectura. Primero, nos dice que la resurrección de Cristo no es el fin del reinado de Dios, sino el comienzo. Dado que la muerte entró al mundo con el pecado de Adán, la muerte de Cristo nos salvó del pecado y su resurrección nos salva de la muerte. Ahora que ha resucitado, completará su reinado sobre toda la creación, quiere decir que cada cosa en la creación que se alejó de Dios ahora estará sujeto a Dios. Puesto que Cristo tuvo que morir antes de poder resucitar, el último enemigo a ser sujeto es la muerte; también nosotros tenemos que morir antes de poder resucitar.
Cuando todo esto suceda, todo mostrará la gloria de Dios. Dios será visto en toda la creación. Jesús será visto como igual al Padre, no sólo un hombre, sino el Hijo de Dios. El Evangelio nos presenta la imagen de un rey en su trono, rodeado de sus súbditos. Y luego viene el juicio final.
El resto del Evangelio es una descripción simbólica de ese juicio. Siempre pensé que el punto de esta parábola era que reconozcamos a Dios en los pobres, los enfermos, los desamparados, los prisioneros, etc., pero las personas de la parábola que ayudaron a todos los necesitados no reconocieron a Cristo en los necesitados. Por eso les dice que todo lo que hagamos por “aquellos más insignificantes”, lo hacemos por Cristo.
En realidad, esto es una buena noticia, porque no siempre es fácil reconocer a Cristo en los demás. Solía pensar que una vez que empiece a ver a Cristo en todas las personas, estaría más dispuesto a ayudarlas, pero también funciona al revés. Cuando ayudas a alguien necesitado, comienzas a ver a Cristo allí también. Esto significa que no podemos utilizar el no ver a Cristo en los demás como excusa para posponer ayudarlos. (“Claro, ayudaré a esos drogadictos, tan pronto como vea a Jesús en ellos.”) Ya sea un prisionero condenado a muerte o una familia sin hogar, debemos dar ese salto de fe para ayudar, sin saber si alguna vez veremos a Cristo en ellos. Acuérdate que Dios nos perdona y salva porque necesitamos a Dios, no porque lo merezcamos.
Tom Schmidt